Eugenia Calvo



Título: Protocolo de lectura

Autora: Laura Isola

Lugar y Fecha: Buenos Aires, Diario Perfil, 4 de febrero de 2018

La artista rosarina Eugenia Calvo presenta en Hache Galería “La marcha de las funciones”, exhibición de un grupo de partituras para ser interpretadas por distintos objetos y muebles que coexisten en cualquier vivienda. Un ritmo que se expande, se repite y en definitiva produce, a la vez que constituye un engranaje que se pone en funcionamiento.
Si el gran invento de Raymond Roussel fue el de tratar al lenguaje y por ende, a la literatura como máquinas, se debe, sobre todo, a la música. No tanto a sus conocimientos lingüísticos, que los tenía, ni tampoco a un espíritu científico que también perseguía. Las combinaciones de palabras, esas arquitecturas perfectas con las que constr uyó dos piezas claves de la vanguardia del siglo XX, Locus Solus e Impresiones de África, están regidas por una sintaxis que se puede comparar con una partitura. Escribir como quien combina notas musicales para sacar un sonido, una lengua, que no se haya escuchado antes. “Escogía dos palabras muy parecidas. Por ejemplo billard y pillard. Des- pués les añadía palabras similares, pero tomadas en dos sentidos diferentes, y obtenía así dos frases casi idénticas. Encontradas las dos frases, trataba de escribir un cuento que podía comenzar con la primera y terminar con la segunda. Amplificando a continuación este procedimiento, buscaba nuevas palabras que se acercasen a la palabra billard, para tomarlas siempre en un sentido diferente al que tenían al principio, y eso me proporcionaba cada vez una creación más.”
Para el escritor francés que había nacido en 1877, una obra literaria tenía que prescindir de lo real, “ninguna observación acerca del mundo, nada salvo combinaciones de objetos totalmente imaginarios”. Con esa consigna fuerte, toda una declaración de principios para el arte del siglo que estaba empezando y sobre el cual tuvo mucho que ver. De hecho Roussel es uno de los escritores que posibilita la vanguardia y que abre, como un prólogo perfecto con sus obras, las creaciones que estaban por venir.
Estas correspondencias, –imaginarias, claro–, rever- beran en “La marcha de las funciones” de Eugenia Calvo. Por un lado, la referencia se ubica en las partituras que, como forma de conceptualización de un lenguaje, es esa disociación del mundo real. Nada tan arbitrario como el lenguaje musical para exhibir las razones entre un significado y un significante. Aún más, en todo caso, que el propio signo lingüístico. Por el otro, ella compone y “toca” con objetos que, paradójicamente, están en el entorno de lo familiar y doméstico. Puertas y ventanas, serruchos y roperos, insectos que han perdido su función y ya no son más del mundo. Ahora son esos objetos imaginarios de los que hablaba Roussel.
Asimismo, además de la codificación, por la música o por la lengua, Calvo opera con imágenes, sonidos y palabras. Sus cuadros-partituras son para ser mirados, leídos y escuchados. Esa sinestesia, una de las figuras retóricas de la poesía, la que más en riesgo pone a la lengua porque atribuye una sensación física al sentido que no le corresponde, es la preponderante en la composición estética. En la marcha de las funciones, entonces, “se oyen las imáge- nes”. La marcha como ritmo que se expande y repite pero también como un mecanismo que se pone en funcionamiento. En la tensión de una lengua nueva que triangula entre la grafía, el sonido y el sentido, al límite del sinsentido para arrojar uno nuevo, Calvo produce una sinfonía para una orquesta futura.
“Siempre me propuse explicar cómo escribí algunos de mis libros” es la primera frase de un texto que Raymond Roussel manda a publicar en 1932 pero que, finalmente, saldrá póstumo. En 1933 muere por sobredosis en un cuarto de hotel en la ciudad siciliana de Palermo. Como escribí algunos libros míos, ese es el título, cumple a medias con esa expectativa de develar un secreto sobre la escritura de uno de los autores más deslumbrantes del siglo XX. Según Michel Foucault, como no podía ser de otro modo su coterráneo ejerce total fascinación y escribe el mejor ensayo sobre él. Encuentra en la obra y la muerte de Roussel una correspondencia, a modo de revelación que “es posible que carezca de todo valor que no sea propedéutico, que constituya una especie de mentira saludable, verdad parcial que señala tan solo que es menester buscar más lejos y por corredores más profundos.”
Construir una obra sobre andamiajes secretos y dar una clave, un protocolo de lectura, escribir un último texto como un retorno tiene, para el filósofo y para la artista, una doble función: abrirlos para el exterior pero al tiempo que indican que hay más cajas en el interior que requieren llaves y claves. Pequeñas y preciosas cajas, protegidas en el interior de otras más protegidas a las que se podrá acceder en tanto el mecanismo se ponga en marcha y detecte cuáles son sus funciones.
Puertas, ventanas, serruchos, roperos e insectos que han perdido su función