Eugenia Calvo

Título: Mas trabajo heróico
Autor: María Eugenia Spinelli
Lugar y fecha: Rosario, 2008. Publicado en el libro-catálogo Más trabajo Heróico, en el contexto de la muestra individual en el Museo Diario La Capital.

En una instalación que parece encarnar el título de la muestra, una performance ha tenido lugar “fuera de cámara”. La aparente absurdidad de destruir a una impensable cantidad de papeles, utilizando como única herramienta una frágil trituradora, constituye sin lugar a dudas una tarea heroica. Pero al contrario de lo que a primera vista podríamos creer, no es tal por el mero esfuerzo físico que implica. Es heroica sobre todo porque resuelve el intrincado sistema de toma de decisiones desplazando posibles formas alternativas al terreno de la utopía o la imaginación, Si el objetivo de Calvo hubiese sido conquistar nuestra empática admiración por la ciclópea tarea que ha llevado a cabo, la obra probablemente hubiese adquirido el carácter de una performance.

En cambio, decide amontonar el producto de su esfuerzo en dos parvas que parodian el formalismo de la pintura impresionista. En otro rincón, sobre una trituradora, y a punto de ser también ella destruida, hay una hoja impresa titulada “Solving what if problems”: esto es, resolviendo problemas que enunciamos siguiendo la fórmula: “qué pasaría si…”. Las formas alternativas que esta obra podría haber tomado- si antes eran plausibles-pertenecen ahora al universo conjetural, destronadas de su factualidad por el heroico aquí y ahora que suprime otras formas alternativas de acción. En suma, que la heroicidad de Calvo es tan titánica y tan nimia como la nuestra propia, cada vez que escogemos entre potenciales opciones. La diferencia probablemente se halla en que Calvo especula acerca de la ontología de los objetos mediante un gesto que resulta natural y espontáneo, mientras que nosotros convertimos la elección de nuestro futuro sofá en una verdadera hazaña.


Otras veces, subvirtiendo la relación entre los objetos, o de éstos con el espacio, Eugenia Calvo construye una serie de pequeños relatos, breves instructivos registrados en tiempo real, que podríamos coleccionar y utilizar para perturbar la anodina banalidad de cuanto que nos rodea. La sustitución, alternación, desfuncionalización, adulteración, desmantelamiento de objetos, son algunos de los instrumentos retóricos con los que narra micro historias por momentos extravagantes, en las que no está ausente un humor sutilmente corrosivo. Un conjunto de gestos individuales en apariencia absurdos, se constituyen en herramientas de sedición, mediante la articulación de un repertorio de acciones y modelos conceptuales que apelan a la fotografía, la performance, el video o la instalación.

Al someter las cosas de nuestro entorno a funciones para las cuales no han sido pensadas, manipula las conexiones formales y metafóricas a las que impensadamente las subordinamos, subrayando a la vez su carácter de artefacto y la inestabilidad de sus interrelaciones. Como una maquinaria en perpetuo movimiento, cada vez que una de estas piezas es alterada, o incluso reemplazada, se fuerza a los demás objetos a ensamblarse en un nuevo sistema de equilibrio, regido ahora por normas menos espontáneas, pero no por ello menos arbitrarias, que las que hasta ese momento dábamos por sentadas.


Este trastocar, este “poner patas arriba”, un entorno privado, seguro y familiar reviste sin duda un carácter ominoso, cuya presencia inquietante se disimula detrás del humor. Es también un modo de llamar la atención sobre las formas de relacionarnos con nuestro hábitat, sobre las maneras en que lo ocupamos, hacemos uso de él, lo padecemos. Podría decirse que Eugenia Calvo rapta artefactos comunes para devolverlos, transmutados, a un contexto que no puede ser ya el mismo. Si a nivel formal, replantea posibilidades espaciales a través de los objetos que adjetivan el entorno, también subvierte y recombina una suma de incontables gestos cotidianos, las relaciones dinámicas (estéticas o no) que mantenemos con los objetos (estéticos o no), todos ellos simbólicamente disponibles, esto es, abiertos a la resignificación. Cada intervención crea relaciones hasta entonces externas a ellos pero que no les son por completo ajenas. Al arrojarlos a estas nuevas relaciones, Calvo los despoja de su función, para otorgarles una nueva, imprecisa, pero a la vez más efectiva.


Lo que primero apareció, a través de la redistribución y aglomeración del contenido de un ambiente, como una serie de barricadas que recogían formas de amotinamiento o protección popular, se ha transformado luego en una suerte de construcción unipersonal donde ponerse a resguardo. A su vez, estos refugios provisionales, edificados empleando detritus cultural, han pasado a convertirse en excéntricos assemblages. Pero no siempre parecen estar de nuestro lado: también pueden edificar muros que, si bien inofensivos, son capaces de organizarse en barreras de apariencia infranqueable. Y entonces habrá que escalarlos trabajosamente tratando de dejarlos atrás lo antes posible (Postas). Sin importar el contendido que adopten, las construcciones de Eugenia Calvo son nuevas adjetivaciones espaciales que provocan la resemantización de lo próximo, subvirtiendo y reformulando las normas que lo organizan, como si espontáneamente hubiese tenido lugar un ritual simbólico.

Calvo emplea objetos cotidianos y pertenencias personales (como muebles y adornos) para inventar sucesos. No busca conjurar algún episodio íntimo sino más bien, exponer una lógica alternativa; para transformarlos en nuevos objetos inanimados que duplican la materialidad orgánica de los originales pero han mutado fatalmente de naturaleza. La obra se construye en una constante negociación con lo inmediato y lo tangible. Aún cuando en general las intervenciones (basadas lógicamente en la subversión) son por definición, provisionales e inestables, también proclaman su propio sistema de legitimación y retroalimentación. Al jugar en los bordes del vandalismo simbólico, parecen buscar vincularse con los gestos nihilistas de las vanguardias históricas, especialmente dadaístas o más particularmente duchampianos. Pero en el caso de Calvo, son más bien una forma lúdica de desafío, o al menos una nota subjetiva sobre nuestras expectativas individuales acerca de los imperativos categóricos (del aura funcional) de los objetos. Y serán más efectivas cuanto más inesperadas, reveladoras o incongruentes con lo habitual resulten.

La velocidad y la escala en la que muchos de los objetos que utilizamos a diario son producidos y reemplazados, ha terminado por desalentar nuestro apego. Y si bien el siempre amenazante estado de emergencia del país no nos ha acostumbrado a las rutinas de una verdadera “sociedad de consumo” al estilo americano o europeo, probablemente no sentimos hoy el mismo vínculo con los manteles, que aquel sentían nuestras abuelas. Así, al someter Calvo su la propia cama y mesa de luz a un desmembramiento aséptico -como hace en Juego de dormitorio- contrariaría la existencia de cualquier fetichización en lo que refiere a estos objetos. Y sin embargo, no podemos dejar de sentir que todos esos trozos, que acabarán en un estrecho exhibidor como si se tratase de un mero de juego de té, son algo más que únicamente aburridos objetos inanimados. Parece decirnos que, llegado el caso, todo puede ser sacrificado, que todas las cosas pueden ser reemplazadas con facilidad, incluso aquellas por las cuales aún podríamos guardar cierta nostalgia.


Si en Juego de dormitorio, recombina dos elementos, creando uno nuevo que replica en materialidad a los anteriores, pero que difiere de éstos en otros atributos básicos como función, densidad, resistencia y superficie; también puede, mediante una acción aún más drástica, suplantarlos por otros que, aunque en realidad sólo guarden un lejano parecido con los originales, son presentados como sus sucedáneos eficaces. En S/t (oficina), por ejemplo, registra con meticulosidad archivística la papelería contenida en la superficie de un escritorio de oficina (esas pilas de escritos e impresos que terminamos por no tomar en cuenta hasta necesitarlos) y la substituye por su equivalente en hojas en blanco. Con este simple procedimiento logra abolir las propiedades del espacio, que ya no contiene un conjunto de documentos vitales, sino un grupo de papeles sin importancia. La eficacia de esta sustitución radica en que el entorno impone sus propias restricciones contextuales, esto es, nos compele a pesar de todo a seguir considerando que se trata de una oficina aún cuando, al introducir un nuevo orden, Calvo ha anulado gran parte de los elementos que la definían como tal.


Utiliza este tipo de procedimientos casi alquímicos para producir una serie de videos performáticos, en los que el interés está puesto en la acción y no meramente en documentar el resultado. Cada uno de éstos se transforma en una especie de breve film noir, en el que la tensión provocada por el proceso es mayor que la supuesta amenaza de sus consecuencias.

Como todos los juegos, la obra de Calvo –esencialmente lúdica- tiene para nosotros un atractivo magnético, potenciado por la condición de eterno presente que adquiere, gracias al loop del video que nos convierte en cautivados testigos de sus actos. Con sencillez y ante nuestra vista (como en los buenos trucos de magia) el orden de lo cotidiano, de lo normal, es redefinido una y otra vez desafiando, paradójicamente, el hábito. Una cama, que en otra ocasión pudo haber servido a la artista de refugio [Ensayo de como desaparecer, 2005] presta ahora su colchón, al que seguirán otros, para improvisar una “red de seguridad” a la cual saltar desde la ventana de un primer piso, en caída libre.


Experiencias banales -que parecen surgir de asociaciones libres, ensoñaciones diurnas o juegos infantiles- son empleadas como artefactos poéticos en torno a los cuales Calvo construye una suma de preceptos simples y extraordinariamente atrayentes.

Gracias a una serie de procesos radicales aunque no necesariamente violentos, un conjunto de reglas que sólo ella conoce en su totalidad y que, al verlas en funcionamiento, tratamos de intuir, al menos parcialmente, Calvo busca revelar otros aspectos de cuanto compone nuestros hábitats domésticos. Son contiendas que perturban los enseres, los muebles, los espacios cotidianos hasta doblegar sus límites. Tácticas que, subvirtiendo los usos y las propiedades de las cosas, las reinventan -sin que dejen de ser en esencia las mismas- sólo para señalar su naturaleza volátil e inestable.

Todo juego requiere de algo de inteligencia y cierta destreza, pero en este caso, no se trata de vencer a ningún oponente. El objetivo de los juegos de Calvo parece ser poner en evidencia la arbitrariedad de las reglas, de la serie de argumentos lógicos que los animan. De esa forma nos llevan a reflexionar acerca de las normas que regulan nuestra vida, pública y privada, pero, por sobre todo, familiar.



Maria Eugenia Spinelli